Hay una avalancha de información sobre la degradación del medio ambiente, el calentamiento de la atmósfera y las sombrías perspectivas que para el futuro de un planeta que alcanzará antes de 2030 los 8.000 millones de habitantes (Statista). La ONU espera que por esa fecha la población de la Tierra habrá logrado alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Que la actual crisis climática y medioambiental es una amenaza para la consecución de los ODS es una evidencia cada vez más constatable por la opinión pública, los medios de comunicación generalistas y la mayor parte de los gobiernos y empresas.
Las instituciones de la ONU, las asociaciones científicas, las ONGs, los grupos ecologistas y muchos de los gobiernos que han “despertado”, especialmente el pasado año 2019, a la realidad del problema, abogan por la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero y la adopción de modelos de producción sin residuos para lograr el objetivo de no sobrepasar los 1,5 ºC, tal como demanda el IPCC en su Informe Especial sobre el Calentamiento Global de 1.5 °C.
Para lograrlo es preciso concienciar al suficiente número de ciudadanos para crear una masa crítica que atraiga el interés de los gobiernos y garantice la responsabilidad social de las empresas. Pues los ciudadanos, como usuarios, somos los beneficiarios de todos los productos y servicios que han creado el desaguisado de residuos gaseosos y sólidos que amenazan con colapsar el medio ambiente.
En los países, como los de la Unión Europea, donde las regulaciones en materia de medio ambiente han puesto en vereda a las empresas, los usuarios somos también los principales emisores de residuos. Ya sea por negligencia o desinterés (no reciclar, tirar…) o por accidente (riadas, vendavales..), la mayor parte de los residuos que aparecen en la tierra, los ríos y el mar provienen de los usuarios finales de los productos.
En realidad es comprensible que esto pase, pues nuestros hábitos de vida, por lo que respecta al uso de productos de consumo, tienen una inercia de más de 10.000 años de extraer, quemar, transformar, usar y tirar. Es lo que denominamos ahora “economía lineal” un modelo que considera a la naturaleza como el inicio y final de un proceso abierto: la naturaleza siempre nos proveerá de materias primas y combustible para conseguir la energía para transformarlas; y la naturaleza siempre podrá ser usada como un sumidero de residuos pues el aire, el suelo y el mar son inmensos y todo lo absorben.
La ciencia ha demostrado que esta idea es incompatible con la consecución de los ODS y que es una condición sine qua non para erradicarla entre la ciudadanía, por lo menos en número suficiente para lograr la masa crítica antes mencionada.
El reto de comunicación es notable, especialmente con el exceso de información existente en la actual era digital, y la neurociencia demuestra que a las posibilidades de que el cerebro cree conocimiento disminuyen. El exceso de información lleva a la superficialidad de las conclusiones del receptor y lo vuelve más vulnerable a la manipulación demagógica. Y es importante que esto no ocurra, pues este reto contiene materias complejas y delicadas que obligan a explicar que:
- El modelo lineal se ha acabado. Parar ello hay que hacer entender conceptos como “sostenibilidad”, y las diferencias entre “desarrollo económico” y “crecimiento económico”, y otros como “capital natural”, uno de los más importantes de divulgar pues el desconocimiento popular del término es una de las bases de la demagogia negacionista respecto al cambio climático y la transición a la denominada economía verde.
- Urge el cambio. La ciencia lo viene advirtiendo desde hace un par de décadas y con especial énfasis durante los últimos cinco años.
- El modelo al que debemos migrar es la Economía Circular, el único que libera a la naturaleza de la provisión de materias primas y de la absorción de residuos. Este objetivo de comunicación es complejo, pues obliga a explicar a los usuarios que:
- Su relación con los productos y su consumo va a cambiar, ya que los productos se van a diseñar de forma diferente.
- Como consumidores participarán en su propio diseño y en el del sistema sistema productivo.
- El modelo crea valor en los residuos, que dejarán de denominarse como tales y serán considerados como insumos en la generación de riqueza.
Sensibilización con conocimiento
Es un auténtico cambio de paradigma que obliga a desarrollar conocimiento y sensibilización en equilibrio.
El conocimiento, que reside en el cerebro racional, se crea con la comunicación basada en el método científico. La sensibilización, que reside en el cerebro emocional, se genera con la comunicación impactante, la que crea temor, indignación o tristeza.
Una comunicación basada solamente en la sensibilización, sin conocimiento racional, deja el terreno abonado a la negación o a la alarma apocalíptica; dos estados de ánimo que no aportan soluciones y empeoran la convivencia.
Por otra parte, el conocimiento sin sensibilización, provoca inhibición y lleva a la inacción.
¿Cómo lograr la comunicación que sensibilice y proporcione conocimiento en equilibrio? Con la educación en el método científico, el único que nos permite explicar la complejidad de la crisis climática y medioambiental que estamos viviendo.
Seguiremos hablando de ello.