La economía circular es una ciencia que permite preservar los recursos naturales, producir bienes con energía renovable, alargar al máximo la durabilidad de los mismos y contemplar los residuos del proceso de producción como un nuevo recurso que añade valor a la cadena productiva. En el sector hídrico, esto nos lleva directamente a la reutilización del agua, un concepto variable en función del uso que se quiera dar al agua reutilizada.
Reutilizar el agua no es depurarla para devolverla al medio natural con los estándares de inocuidad para la flora y la fauna que ahora existen, sino hacerlo de modo que esta pueda volver a ser consumida de nuevo por la actividad humana; es una cuestión de estándares de calidad, y por lo tanto de legislación y gobernanza, y de inversión en tecnología. Se estima que en la actualidad tan sólo el 4% de toda el agua consumida en el mundo es reutilizada; el potencial de crecimiento de la reutilización es enorme.
La reutilización promete crecimiento y adaptación al cambio climático
Los países ricos lideran la adopción de la economía circular. Son los que disponen de recursos tecnológicos y financieros para ello. Aquí, las principales dificultades para implementar la reutilización avanzada del agua son de gestión y gobernanza para crear los incentivos económicos necesarios, y estos son factores que varían mucho en función de los objetivos de cada país. La eliminación de los contaminantes emergentes es otro factor que puede añadir incertidumbre a la reutilización avanzada del agua, y que pueden precisar nuevas tecnologías.
A nivel global, el tratamiento de las aguas residuales pone de manifiesto los problemas de fondo que tiene la gestión del ciclo del agua en el mundo industrializado. Según Totti Könnölä, director ejecutivo del Insight Foresight Institute, y una de las mayores autoridades en economía circular “las cadenas de producción tienen muchos actores y cada uno de ellos busca optimizar su negocio, pero sólo lo hace con su parte, hace falta asumir un nuevo modelo de negocio”. En los países ricos, el reto es pues político y de gestión, y puede transformar el modelo socioeconómico capacitándolo para soportar la amenaza del cambio climático y generar además riqueza salvaguardando el medio ambiente.
Superado este cambio de mentalidad, hay suficiente tecnología en el mundo desarrollado para afrontar esta disrupción con éxito. Países como Israel, que recicla cerca del 75 % y lidera la reutilización de las aguas residuales en el mundo, España con el 12 % y EEUU con el 6 % de agua reutilizada, presentan casos de éxito que marcan una hoja de ruta. Estos casos han demostrado que las aguas residuales son un recurso valioso ya que no sólo se plantean como una solución para gestionar la creciente escasez de agua en la agricultura, sino que también son una rica fuente de nutrientes, minerales y energía, que pueden extraerse de manera rentable.
Los problemas de las zonas deprimidas
Sin embargo, los países emergentes, que disponen potencialmente de la capacidad tecnológica para introducir el nuevo modelo circular, sufren profundos desequilibrios socioeconómicos que hacen que el tratamiento de las aguas residuales sea más problemático. Estos países, que son los que más han contribuido a disparar la contaminación hídrica del planeta, acaparan zonas donde el agua residual es todavía letal, por lo que urge encontrar marcos sociales estables para desarrollar el modelo de reutilización con recursos propios.